miércoles, 11 de julio de 2012

17. Una panorámica global (1 parte)

17. Una panorámica global (1 parte)

Textos claves: (Sal.73:25,28) (Is.60:1,2) (Ro.14:7,8)

UNIDOS CON CRISTO

A lo largo de estas lecciones hemos ido viendo la profundidad y amplitud de nuestra unión con Cristo. En estas dos últimas haremos un repaso que nos sirva de resumen. No hemos pretendido que sea la totalidad de esa unión, puesto que en él reside toda la plenitud de la Deidad, sino como una introducción a la inmensidad y profundidad de nuestra unión con Cristo. La mística del creyente con Su Señor es una fuente inagotable de meditación y vida que puede llevarnos a nuevas alturas nunca antes exploradas. Este resumen puede servirnos como pequeña guía en nuestro recorrido.

Somos un espíritu con él. “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1 Co.6:17).


Unidos en su crucifixión. “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Ro.6:6) (Gá.2:20).


Unidos en su muerte. “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Ro.6:3).


Unidos en su sepultura. “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro.6:4).


Unidos en su resurrección. “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Ro.6:5). “Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Col.2:12).


Unidos en su exaltación. “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef.2:6).


Unidos con la justicia. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co.5:21).


Tenemos la mente de Cristo y él habla en nosotros. “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co.2:16). “Pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros” (2 Co.13:3).


Podemos andar como el anduvo. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él” (Col.2:6). El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn.2:6).

Somos como él en este mundo. “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Jn.4:17).


Nadie nos puede separar de Jesús. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn.10:27-29). Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:38-39).


Unidos con su gloria, vestidos en él. Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gá.3:27). “En gran manera me gozaré en JHWH, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Is.61:10).


Unidos con el Padre. “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre(Ef.2:18). En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Jn.14:20).


Unidos a la herencia. “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Ro.8:17).


Unidos a la bendición de Dios. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef.1:3).


Unidos a Israel. “Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas (LBLA), y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti” (Ro.11:16-18).


Unidos con la divinidad. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col.2:9). “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col.3:2,3).


Unidos a la vida y la muerte.Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (2 Co.4:10-11).


Unidos con la capacidad de tomar decisiones. “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo” (2 Co.2:10).


Unidos con la palabra vivificada por el Espíritu. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn.6:63). “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Co. 3:6).


Unidos con el poder de su resurrección. “Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Fil.3:9,10). “Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Ef.1:18-20).


La revelación de esta unión puede transformar la vida de cualquier persona, en cualquier circunstancia y en cualquier lugar de este mundo.


Virgilio Zaballos - ESPAÑA

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