17. Una panorámica
global (1 parte)
Textos
claves: (Sal.73:25,28) (Is.60:1,2) (Ro.14:7,8)
UNIDOS CON CRISTO
A lo largo de estas
lecciones hemos ido viendo la profundidad y amplitud de nuestra unión con
Cristo. En estas dos últimas haremos un repaso que nos sirva de resumen. No
hemos pretendido que sea la totalidad de esa unión, puesto que en él reside toda
la plenitud de la Deidad, sino como una introducción a la inmensidad y
profundidad de nuestra unión con Cristo. La mística del creyente con Su Señor es
una fuente inagotable de meditación y vida que puede llevarnos a nuevas alturas
nunca antes exploradas. Este resumen puede servirnos como pequeña guía en
nuestro recorrido.
Somos un espíritu
con él. “Pero
el que se une al Señor, un espíritu es con él” (1
Co.6:17).
Unidos en su
crucifixión. “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente
con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos
más al pecado” (Ro.6:6)
(Gá.2:20).
Unidos en su
muerte. “¿O no
sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido
bautizados en su muerte?” (Ro.6:3).
Unidos en su
sepultura. “Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva” (Ro.6:4).
Unidos en su
resurrección. “Porque
si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también
lo seremos en la de su resurrección” (Ro.6:5).
“Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también
resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los
muertos” (Col.2:12).
Unidos en su
exaltación. “Y
juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús” (Ef.2:6).
Unidos con la
justicia. “Al que
no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él” (2 Co.5:21).
Tenemos la mente de
Cristo y él habla en nosotros. “Porque
¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la
mente de Cristo” (1 Co.2:16).
“Pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí, el cual no es
débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros” (2 Co.13:3).
Podemos andar como
el anduvo. “Por
tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él”
(Col.2:6).
“El que
dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn.2:6).
Somos como él en
este mundo. “En
esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el
día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Jn.4:17).
Nadie nos puede
separar de Jesús. “Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida
eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi
Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano
de mi Padre” (Jn.10:27-29).
“Por lo
cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados,
ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es
en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:38-39).
Unidos con su
gloria, vestidos en él. “Porque
todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”
(Gá.3:27). “En gran manera me gozaré en JHWH, mi alma se alegrará en mi Dios;
porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia,
como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Is.61:10).
Unidos con el
Padre. “Porque
por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al
Padre” (Ef.2:18).
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y
vosotros en mí, y yo en vosotros” (Jn.14:20).
Unidos a la
herencia. “Y si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”
(Ro.8:17).
Unidos a la
bendición de Dios. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”
(Ef.1:3).
Unidos a
Israel. “Si las
primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa,
también lo son las ramas. Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú,
siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas (LBLA), y has sido
hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te
jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz,
sino la raíz a ti” (Ro.11:16-18).
Unidos con la
divinidad. “Porque
en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col.2:9).
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”
(Col.3:2,3).
Unidos a la vida y
la muerte. “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús,
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.
Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa
de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne
mortal” (2 Co.4:10-11).
Unidos con la
capacidad de tomar decisiones. “Y al
que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si
algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo” (2 Co.2:10).
Unidos con la
palabra vivificada por el Espíritu. “El
espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os
he hablado son espíritu y son vida” (Jn.6:63).
“El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto,
no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu
vivifica” (2 Co. 3:6).
Unidos con el poder
de su resurrección. “Y ser hallado en
él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe
de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle,
y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando
a ser semejante a él en su muerte” (Fil.3:9,10). “Alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál
la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según
la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo,
resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales” (Ef.1:18-20).
La revelación de
esta unión puede transformar la vida de cualquier persona, en cualquier
circunstancia y en cualquier lugar de este mundo.
Virgilio Zaballos -
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