9. Participantes de la inmensidad de LA VIDA EN EL ESPÍRITU
Textos
claves: (2 Co.1:21-22) (Is.60:1)
UNIDOS CON
CRISTO
Nuestra unión con
Cristo es la unión con la divinidad. Toda la plenitud de la Deidad reside
corporalmente en Cristo, y él habita en nosotros (Col.2:9). Hemos sido
sepultados y resucitados con él (Col.2:12), por ello, sabemos que todos los
pecados nos han sido perdonados; el documento de deuda ha sido cancelado
(Col.2:14), y nos levantamos en una vida triunfante sobre todo poder de las
tinieblas (Col.2:15). “Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también
resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los
muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos
todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la
cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió
públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:12-15).
La unión con Cristo
es tan fuerte que estamos escondidos con él en Dios. “Porque
habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col.3:3).
Por eso, toda manifestación de Cristo es también nuestra propia
manifestación. Somos inseparables. “Cuando
Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis
manifestados con él en gloria” (Col.3:4).
RESULTADOS
DE ESA UNION
1. Recibimos el
Espíritu Santo y la unción. Desde hace tiempo
se ha puesto de “moda” en la iglesia hablar de la unción, recibir la unción y
fluir bajo la unción de Dios. Esa terminología nos ha llevado a pensar que
recibir la unción es algo especial para cierto tipo de hombres
especiales; sin embargo las Escrituras nos muestran claramente que todos los
nacidos de nuevo hemos recibido el Espíritu Santo y la unción de Dios en
nuestras vidas. No es nada excepcional vivir la vida cristiana bajo la unción
del Santo, sino todo lo contrario, es la cosa más normal en la vida de los
renacidos. Le hemos dado una dimensión que no tiene y hemos convertido a los
llamados “ungidos” en una especie de “súper-hombres” alejados de la realidad
cotidiana. Ciertamente algunos se han encargado de que eso sea así y han
magnificado desproporcionadamente esta verdad para impresionar a las masas y
dejarlas boquiabiertas ante la manifestación de dones espirituales y obras de
poder como milagros y señales. Sí que hay hombres capacitados especialmente por
Dios para cumplir una tarea particular y ser guías de la iglesia, pero eso no
les coloca en una posición de supremacía y soberanía, sino en una posición de
responsabilidad para edificar la iglesia de Dios y no para levantar una
plataforma para sí mismos. Cada creyente ha recibido una medida del don de
Cristo y la capacitación para realizar las obras preparadas de antemano por
Dios. Por tanto, no hagamos ídolos de los llamados “ungidos de Dios”, sino demos
gracias al Señor por esos dones dados a la iglesia y establezcamos nuestra fe
sobre la Roca firme de Su Palabra y la Persona gloriosa de Jesucristo como
piedra angular.
Dios nos ha dado lo
que había prometido a Abraham “para
que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de
que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gá.3:14); y que
Jesús ratificó a sus discípulos: la promesa del Espíritu
Santo. “Y
estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la
promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan
ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu
Santo dentro de no muchos días... Así que, exaltado por la diestra de Dios, y
habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado
esto que vosotros veis y oís” (Hch.1:4,5; 2:33).
Es el sello de propiedad de Dios. Es la garantía de nuestra
herencia. “En él
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu
Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia
hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”
(Ef.1:13,14).
El Espíritu Santo
nos confirma el hecho de que somos propiedad y patrimonio de Dios; ungiéndonos
para vivir en conformidad a nuestra nueva posición. “Y el
que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es
Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del
Espíritu en nuestros corazones” (2
Co.1:21,22).
Dios ha derramado
abundantemente el Espíritu Santo sobre nosotros. “Nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por
Jesucristo nuestro Salvador” (Tit.3:5-6). Y
sin medida. “Porque
el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por
medida” (Juan 3:34). Por lo
tanto, hay una diversidad amplísima de manifestaciones prácticas del Espíritu
en nosotros. Veamos algunas.
Vivifica nuestros
cuerpos.
“Y si
el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que
levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro.8:11).
Nos da dirección y
guía. “Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de
que somos hijos de Dios” (Ro.8:14,16).
Regeneración.
“Pero
cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los
hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros
abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador” (Tit.3:4,5).
Transformación a la
imagen de Jesús. “Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor” (2 Co.3:18).
Nos
enseña. “Pero
la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las
cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en
él” (1
Jn.2:27).
El fruto del
Espíritu. “Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gá.5:22,23).
· Amor. “Y la
esperanza no avergüenza; Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro.5:5) (Gá-5:6)
(Ef.3:19).
· Gozo. “A
quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os
alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra
fe, que es la salvación de vuestras almas” (1Pedro 1:8) (Fil.3:1; 4:4,10).
· Paz. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo” (Ro.5:1)
(Fil.4:6-8).
· Benignidad.
Perdón. “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno
tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también
hacedlo vosotros” (Col.3:13).
· Fe.
Fidelidad. “Pablo,
apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo
Jesús que están en Éfeso” (Ef.1:1).
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está
entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino
que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a
cada uno” (Romanos, 12:3).
Dones
espirituales. “Ahora bien,
hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay
diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo... Pero a cada uno le es
dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es
dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el
mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de
sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro,
profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de
lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas
las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere” (1 Co.12:4,7-11). “De manera que, teniendo diferentes
dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a
la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en
la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con
liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con
alegría” (Ro.12:6-8).
Dones
ministeriales. “Pero a
cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de
Cristo... Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo” (Ef.4:7,11-13).
“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en
particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles,
luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los
que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de
lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros?
¿Hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos
lenguas? ¿Interpretan todos?” (1Co.12:27-30).
Poder y sabiduría
de Dios. Ambos van juntos
para realizar las obras de Dios. “Pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente
tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así
judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios”
(1Co.1:24).
· Poder de
Dios. “Recibiréis
poder” (Hch.1:8). “Mi poder se perfecciona en la debilidad...
Porque aunque fue crucificado en debilidad, (Jesús), vive por el
poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en él, pero viviremos
con él por el poder de Dios para con nosotros” (2 Co.12:9 y
13:4).
“Para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de
él, la cual actúa poderosamente en mí.” (Col.1:29).
“La supereminente grandeza de su poder para con nosotros los
que creemos... Según el poder que actúa en nosotros”
(Ef.1:19; 3:20). “Y
estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi
palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino
con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe
no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de
Dios... Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”
(1
Co.2:4,5 y 4:20).
- Sabiduría de
Dios. “Mas
por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co.1: 30). “Para
que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de
la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales” (Ef.3:10).
“En quien (Jesús) están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y
del conocimiento” (Col. 2:3).
En Cristo, Dios nos
ha conectado con la inmensidad del Espíritu, sin limitaciones. La vida en el
Espíritu es una dimensión donde no hay estrechez, ni restricciones. El hombre
nuevo que ha nacido del Espíritu (Jn.3:8) tiene una amplitud de movimientos,
funciones y manifestaciones tremendamente diversas. Podemos movernos en un
grandísimo campo de libertad, en el Espíritu Santo. “Y aun
hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el
corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se
quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad” (2Co.3:15-17).
La estrechez y la
falsa humildad pertenecen a lo humano y terrenal; son barreras levantadas por la
religión y los sentimientos equivocados. “No
estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio
corazón. Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo),
ensanchaos también vosotros” (2 Co.6:12).
El otro extremo lo
tenemos en la “extralimitación” que pretende sondear campos prohibidos como el
ocultismo, la astrología y las ciencias ocultas; así como esferas que no nos han
sido dadas. “Y
mandó JHWH Dios al hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás comer;
17mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn.2:16,17). “Pero nosotros no nos
gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por
medida, para llegar también hasta vosotros. Porque no nos hemos
extralimitado, como si no llegásemos hasta vosotros, pues fuimos los
primeros en llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo. No nos
gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme
crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra
regla” (2 Co. 10:13-15).
CONSECUENCIAS
En Cristo, podemos
levantarnos en una nueva dimensión de vida en el Espíritu Santo. Hay
mucho campo para sondear desde la base del nuevo hombre, el espiritual; de ahí
que Dios nos llame a levantarnos y avanzar (Isaías, 60:1).
Virgilio Zaballos -
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