Textos claves: (Jn.14:12) (Gá. 2:2O) (Is.60:1)
UNIDOS CON
CRISTO
Nuestra unión con
Cristo nos lleva a la cruz. Allí vivimos un intercambio. Cristo crucificado por
nosotros; nosotros crucificados para él. Cristo muerto por nosotros; nosotros
muertos (nuestro ego) con Cristo para vivir siempre unidos a él. “Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el
cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gá.2:20).
La unión con Cristo
en la cruz nos lleva inexorablemente a la unión con su resurrección en novedad
de vida. “Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva” (Ro.6:4). Esta vida
es Cristo en mí. Es la vida de fe en el Hijo de Dios. “Y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios” (Gá.2:20).
Por estar unidos
con Cristo hemos crucificado la carne con sus pasiones y deseos. La carne ha
perdido la eficacia de su reclamo sobre nuestros deseos. “Pero
los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”
(Gá.5:24). Y lo
mismo ha ocurrido con el atractivo de este mundo “debajo del sol”. En la
identificación con la crucifixión de Cristo, el mundo de los sentidos pierde su
eficacia manipuladora sobre el hombre nuevo, que ha sido conectado con el Reino
de Dios en una dimensión de vida que va “más allá del sol”. “Pero
lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por
quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gá.6:14). Sin
embargo, de la unión con Cristo surgen resultados evidentes en la vida diaria y
en la sociedad en que vivimos.
RESULTADOS DE ESA
UNION
1. Hacemos las
obras de Jesús. “De
cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las
hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Jn.14:12). Jesús
vivió una vida intensa y llena de obras prácticas en esta tierra. El no ha
terminado, sigue obrando hoy, en este mundo, a través de los ciudadanos de Su
Reino. Las obras son una consecuencia natural en Cristo.
Dios las ha
preparado. “Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef.2:10).
Somos equipados
para ello. “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti.3:17).
Dios obra en
nosotros lo que es agradable. “Y el
Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran
pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos
en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo
que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén” (Heb.13:20-21). “Porque Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
(Fil.2:13).
Somos hechos
competentes y eficaces. “(Pues
el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó
también en mí para con los gentiles)” (Gá2:8).
“Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios;
no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de
nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios,
el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo
pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu
vivifica” (2
Co.3:4-6).
No trabajamos en
vano. “Así
que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del
Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”
(1
Co.15:58).
Somos imitadores de
Dios en obras. “Sed,
pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef.5:1).
“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes
teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os
llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de
vivir; Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo” (1 Pedro, 1:14-16).
Como resumen
podemos decir que estas obras son el resultado normal en la vida de aquel que ha
nacido de nuevo, que ha sido justificado y santificado por la sangre del Nuevo
Pacto. No son obras para ganar el favor de Dios y satisfacer su justicia, puesto
que la única obra perfecta y acabada que Dios reconoce, es la obra redentora de
Su Hijo Jesucristo en la cruz del Calvario, para perdonar y justificar al que es
de la fe de Jesús. Aquel que ha desestimado su propio esfuerzo como algo digno
de recompensa, y se acoge a los méritos del Mesías como base de su
acercamiento y aceptación por gracia. Sin embargo, vivirá una vida llena de
buenas obras que agradan al Padre como hijo amado. Veamos algunos ejemplos de
estas obras.
- Llevar a los pueblos a la obediencia de la fe. “Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre... Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras” (Ro.1:5 y 15:18). ¿Cómo se lleva a los pueblos a la obediencia de la fe? Por la predicación del evangelio y las obras de fe y poder, en señales y prodigios. “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo” (Ro.15:18,19). Recuerda: la obediencia trae vida y bendición a un país; la desobediencia muerte, maldición y desolación (Dt.28) (Dt.30:19).
· La restauración del
hombre completo, esa es la obra en el Señor. “¿No soy apóstol?
¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi
obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros
ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el
Señor” (1 Co.9:1,2) “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y
enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto
en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo,
luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”
(Col.1:28,29). La obra de Dios está centrada en la restauración y salvación del
hombre, no en la construcción de edificios o imperios televisivos. Los recursos
de una congregación deben estar dirigidos hacia las necesidades de los hermanos
en primer lugar, no a proyectos que engordan el ego de sus guías o
pastores.
- La reconciliación del hombre con Dios. “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Co.5:18-20). Luego viene la reconciliación de todas las cosas. “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro (Col.1:19-23).
- Todas las ramificaciones de la vida en sociedad. (Familiar, laboral, estudiantil, etc.). “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él... Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col.3:17,23). “Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” (1 P.3:16).
La vida con Cristo
nos lleva a un servicio fructífero en obras, que hace de la iglesia una
bendición (sal y luz) para el mundo. Y esto, a su vez, glorifica a nuestro
Padre. “En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos” (Jn.15:8). Y por
último, las obras que hacemos en Cristo, basadas en nuestra unión con él, tienen
recompensa aquí y en la eternidad. “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que
haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o
tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces
más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y
tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”
(Mr.10:29, 30).
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el
cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare
oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la
obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el
fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la
probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó,
recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare,
él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por
fuego”
(1Co.3:11-15).
CONSECUENCIAS
Nuestra unión con
Cristo nos lleva a una vida fértil en obras. Por ello, es necesario y posible
levantarnos y resplandecer en todas las esferas de la vida en sociedad
(Is.60:1,2).
Virgilio Zaballos -
ESPAÑA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.