4. Somos hechos
HIJOS DE DIOS
Textos claves: (Juan 1:12-13) (Isaías
60:1)
UNIDOS CON CRISTO
La desobediencia
del hombre le despojó del vestido de la gloria de Dios que le cubría (Gn.3:7)
(Ro.3:23). Nuestra unión con Cristo nos ha revestido y nos ha devuelto el
vestido de gloria y justicia que habíamos perdido en Adán. “En
gran manera me gozaré en JHWH, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió
con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me
atavió, y como a novia adornada con sus joyas” (Is. 61:10).
Jesucristo es nuestro vestido nuevo de protección, como una armadura
que nos protege de los ataques del reino de las tinieblas
(Ef.6:10-18). “Si no vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis
para los deseos de la carne” (Ro.13:14). Es el vestido que
nos da la dignidad de hijos de Dios, herederos con Cristo, y nos guarda de la
maldición que aún opera en esta tierra, hasta que sea liberada de la esclavitud
de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro.8:19-23).
Nuestro nuevo vestido de gloria, es decir, Cristo, nos mantiene dentro de la
esfera de la bendición de Dios (Ef.1:3). Ejemplo: El hijo pródigo.
(Lc.15:20-24) Veamos lo que dijo el Padre:
- Traed la mejor ropa
- Vestidlo
- Poned un anillo en su mano
- Poned sandalias en sus pies
- Comamos y regocijémonos
RESULTADOS DE ESA
UNION
1. Somos hechos
hijos de Dios. “Mas a
todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni
de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”(Jn.1:12,13).
Esto no es un
proceso de santificación. Nacemos en la familia de Dios con toda la dignidad de
hijos. No estamos tratando de serlo, somos hijos por la voluntad de Dios. Hemos
sido predestinados para ello, “en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Ef.1:5); y
por la fe en Cristo somos hechos hijos, “pues
todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gá.3:26). De este
hecho se derivan otras verdades que debemos saber y recordar. Veamos algunas.
· Tenemos una
relación cercana con el Padre, expresada en la
exclamación ¡Abba Padre! “Pues
no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios” (Ro.8:16).
· Somos
hechos herederos de
Dios y coherederos con Cristo. “Y si
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que
padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”
(Ro.
8:17). Nuestra unión con Cristo nos hace co-herederos juntamente con él. Nuestro
presente y futuro está ligado al Rey de gloria. Por ser de Cristo, somos
descendencia de Abraham, y por ello, herederos de la promesa. ¿Qué promesa? Ser
los herederos del mundo, de las naciones. “Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa” (Gá. 3:29). “Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su
descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de
la fe” (Ro. 4:13). “He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de
gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre
Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te
multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti”
(Gn.17:4-6). “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las
estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu
descendencia poseerá las puertas de sus enemigos” (Gn.22:17). “Así
que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea
Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo
presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros
de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Co.3:21-23). “Pídeme, y te daré por herencia las
naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra” (Sal.2:8).
· Debemos salir de la
niñez y entrar en la mayoría de edad para poder comenzar
a heredar. “Pero
también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo,
aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta
el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos
niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero
cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y
nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley,
a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois
hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama:
¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo,
también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gá.4:1-7). En este
pasaje la niñez espiritual significa estar bajo la esclavitud de la ley,
dependiendo de normas y preceptos. Por su parte la madurez espiritual tiene que
ver con la vida en el Espíritu, la libertad real del corazón y tomar la herencia
como hijos de Dios.
· Somos herederos de
grandes riquezas en Cristo. Meditemos bien en
estas expresiones: riquezas de su gloria.
“y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró
para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria”
(Ro.9:23). “Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser
fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (Ef.3:16). “Mi
Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en
gloria en Cristo Jesús” (Fil.4:19). Riquezas
para los gentiles. “Y si
su trasgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los
gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?” (Ro.11:12). Riquezas de su gracia. “En
quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las
riquezas de su gracia... para mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús” (Ef.1:7 y 2:7).
Inescrutables riquezas.
“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue
dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las
inescrutables riquezas de Cristo” (Ef.3:8).
Todo ello no es
algo inalcanzable, sino que Dios ha querido que las alcancemos. “Para
que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las
riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el
Padre, y de Cristo” (Col.2:2). Por
ello las ha dado a conocer en Cristo, “a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este
misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”
(Col.1:27).
Y de ahí que el apóstol Pablo orase por los creyentes: “Que los ojos de vuestro
corazón sean iluminados, para que sepáis... cuáles son las riquezas de la
gloria de su herencia en los santos” (Ef.1:18). Está
claro por las Escrituras que estamos viendo que las riquezas de Dios se alcanzan
mediante el conocimiento, un conocimiento revelado al corazón a través del
Espíritu Santo de Dios. “Y ruego que la comunión de tu fe llegue a ser eficaz
por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros mediante Cristo”
(Filemón 1:6 LBLA). En este
sentido el pueblo de Dios puede perecer por falta de conocimiento. “Mi
pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el
conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios,
también yo me olvidaré de tus hijos” (Oseas, 4:6).
Ahora bien, estas verdades no son una puerta
abierta para la codicia de ganancias deshonestas, o para caer en la lujuria de
los bienes materiales. Algunos tuercen estas Escrituras y las llevan al
extremismo materialista; de la misma forma que en su día se torcieron otras
Escrituras para apoyar la pobreza de los creyentes. Cada generación tiene sus
tentaciones predominantes, la nuestra ha caído bajo el encantamiento de codicias
necias y engañosas que hunden a los hombres en perdición. Una buena parte de
nuestra crisis económica actual es el resultado de estos excesos desagradables a
Dios. Demasiados “maestros” han torcido la verdad de la provisión de Dios para
enriquecerse ellos mismos y llevar a multitudes a correr detrás del viento. El
hombre espiritual discierne en su justa medida la verdad de Dios y no la usa
para enriquecerse y apacentarse así mismo. Pablo lo enseña en 1 Corintios
2:6-16.
CONSECUENCIAS
Por nuestra unión
con Cristo hemos sido hechos hijos de Dios, vestidos con toda la dignidad de
hijos y herederos. Por tanto, podemos levantarnos para tomar posesión de
nuestra herencia en Cristo Jesús. (Is.60:1) (Miq. 4:13).
Virgilio Zaballos -
ESPAÑA
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