jueves, 15 de marzo de 2012

DEVOCIONAL DÍA 13 DE MARZO


LA TIERRA PRODUCE EL FRUTO


“Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; 27y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. 28Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; 29y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”.

Marcos 4:26-29


Una vez que la semilla ha sido bien plantada, el siguiente principio entra en funcionamiento. El principio del tiempo. La tierra en sí misma tiene la capacidad innata de producir. El agricultor no necesita ir a mirarla cada día, ni cavar para mirar la semilla y controlar por si algo ha sucedido. Sin la ayuda del agricultor la semilla empieza a crecer. Dios da el crecimiento. Pero el milagro, el desarrollo, el avivamiento no surge de inmediato, sino que lleva su tiempo. Días, semanas, meses, años, pero poco a poco, sin que el agricultor en realidad sepa cómo, aparece el grano en la espiga.

Sobre todas las cosas, el tiempo es un amigo. El tiempo está siempre del lado de la verdad. El tiempo es un factor que trabaja para el reino de Dios. Si la Palabra ha sido bien plantada y permanece, se cuida y se protege no hay nada que pueda estorbar la cosecha. Viene por sí misma. Es solamente cuestión de tiempo. Por eso es de suma importancia no darse nunca por vencido, renunciar o huir, sino perseverar a través de la fe y la paciencia y así recibir lo que nos ha sido prometido. La semilla tiene en sí misma un enorme potencial para dar su fruto. Está diseñada de esa forma. Aún en las circunstancias más inverosímiles se abre paso y crece hasta llegar a ser una espiga de trigo madura. Es sólo una cuestión de tiempo. Del mismo modo acontece con la Palabra de Dios. Es en sí misma un poder explosivo y si solamente existen las condiciones adecuadas el tiempo traerá resultados maravillosos.

Ulf Ekman


ORACIÓN: Señor, ayúdame para no forzar resultado alguno o que me frustre porque no veo fruto en este momento. Ayúdame a comprender que si siembro, también habrá cosecha. Gracias porque el tiempo es mi amigo, no mi enemigo. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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