jueves, 22 de marzo de 2012

DEVOCIONAL DÍA 20 DE MARZO



LA MUJER QUE TOCÓ EL MANTO DE JESÚS


“Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, 27cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto”.


Marcos 5:25-27


Esta mujer había oído hablar de Jesús y deseaba verle inmediatamente. ¿Por qué? Porque había oído que ÉL sanaba a los enfermos. Vino a Jesús a pesar de que ningún médico había podido ayudarla. La habían hecho una mujer resignada y amargada que apenas se atrevía a buscar ninguna otra posibilidad. Pero no había permitido que las circunstancias la vencieran y cuando oyó hablar de Jesús respondió directamente. Se vio obligada a meterse entre la multitud, seguramente a empujones y arrastrándose. Ella se propuso no permitir que ninguna persona obstaculizara su milagro. La opinión de la gente, su indiferencia o renuencia puede a veces levantase como una montaña para impedirte que toques a Jesús, pero no permitas que esto determine lo que Jesús quiere hacer por ti.

La mujer pensó que si solamente pudiera tocarle ella sería sana, y en ese momento logró tocar el borde de su manto y un torrente de sanidad brotó hacia su cuerpo. En el Antiguo Testamento el remate o dobladillo del manto sacerdotal lo tapaba un trenzado de hilos de oro, lo cual era un símbolo de las palabras del Pacto de Dios, así que cuando ella tocó el borde del manto tocó en fe las promesas de Dios.

Inmediatamente Jesús percibió que había salido poder de él. Cuando preguntó quién le había tocado los discípulos pensaron que era una pregunta tonta. Todos le empujaban y le tocaban. Pero solamente hubo una persona que le había tocado en fe. Solamente había una persona que esperaba ser sanada. Ella había oído hablar de Jesús y creyó que podía sanarla. Ella dijo lo que pensaba, que si solamente pudiera tocarle quedaría sana. Actuó sobre lo que pensó y se abalanzó hacia Él. Jesús le respondió inmediatamente: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (Marcos 5:34). La mujer oyó y creyó; habló y actuó en fe. ¡Sigue el ejemplo de esta mujer y un milagro también te espera a ti!

Ulf Ekman


ORACIÓN: Gracias Señor, porque Tu poder sanador está siempre disponible para cada uno que cree y te toca conforme a Tus promesas. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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