lunes, 23 de enero de 2012

DEVOCIONAL DÍA 22 DE ENERO



EL ROSTRO DEL PADRE

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”.

2ª Corintios 4:6


A veces se oye decir que en la naturaleza podemos ver a Dios de espaldas y puede haber algo de verdad en ello. Pero la realidad es que nadie establece comunicación con otro viéndole por la espalda. Tienes que verle la cara.
Tanta murmuración en el pueblo de Israel llegó a cansar a Moisés. Agotado, llegó a la determinación de no ir más allá con Dios sino le veía. Entonces el Señor le promete pasar por delante de él aunque Moisés no podía ver Su rostro. Vio Su gloria pero no Su rostro. ¿Por qué? “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. 18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1: 17-18). Dios se reservó la revelación de quien es Él verdaderamente hasta que Jesús vino.
Cuando conoces a una persona el 90% de tu curiosidad se centra en su rostro y sin conocer su rostro esa persona continúa para ti en el anonimato; no importa lo bonito o espectacular que vista él o ella. Lo importante es su cara. De ella surge la comunicación. El rostro muestra, por la expresión facial o gestos, el humor o estado de ánimo con sus matices. El rostro es lo principal. En Jesús Dios ha mostrado Su rostro. Por medio de Jesucristo el Padre irradia Su gloria. En Jesús vemos cómo es Dios, cómo piensa, qué desea y qué es importante para Él. En Jesús vemos la voluntad de Dios, los planes de Dios, el cuidado de Dios, el amor de Dios y las prioridades de Dios. Él es el rostro de Dios. Él conoce al Padre y gestiona únicamente lo que procede del Padre. Gracias a Él Dios no es desconocido ni oculto sino evidente y presente.
Ulf Ekman

ORACIÓN: Gracias Dios mío porque por medio de Jesucristo me has mostrado quién eres Tú. Gracias por Tu bondad, tu poder, tu sabiduría y Tu gran amor hacia mí. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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