A
ROMA
“Se había perdido
mucho tiempo, y era peligrosa la navegación por haber pasado ya la fiesta del
ayuno. Así que Pablo les advirtió: 10Señores, veo que
nuestro viaje va a ser desastroso y que va causar mucho perjuicio tanto para el
barco y su carga como para nuestras propias vidas”.
El siervo de Dios
como preso suponía una carga liviana. Aunque entre los creyentes fuera apreciado
y respetado, en el barco que los transportaba era un prisionero más entre otros
presos. Sin embargo él hablaba. Vio el peligro en el Espíritu y lo dijo,
escucharan, o no quisieran escuchar. Los oficiales, responsables de los presos,
tuvieron en cuenta la experiencia humana del capitán. Una mayoría de la
tripulación decidió continuar el viaje, querían llegar a casa. Las
circunstancias parecían favorables, soplaba una suave brisa. Pero aún así, todo
iba mal.
A veces es así. A
la palabra de Dios dicha por sus siervos se le hace caso omiso o se invalida
comparándola con la experiencia, circunstancias favorables o el voto de la
mayoría. Cuando llega la tormenta se deja todo a un lado. Durante varias
semanas navegaron a la deriva. Todo el lastre se lanzó por la borda. Toda la
dotación del barco se tiró al mar. La comida fue racionada. Todos procuraron
solamente poder sobrevivir. Al final, toda esperanza de rescate se desvaneció.
Entonces llegó el rescate. No llegó de tierra, sino del cielo. Un ángel vino a
Pablo. Dios había dicho que se presentaría delante del César, y Dios mantiene Su
palabra. Por causa de que el evangelio tenía que llegar al César y Pablo debía
exponérselo, Pablo fue rescatado y todos los que con él estaban. Por su causa
todos fueron rescatados. Al momento todos querían escuchar al que debían haber
escuchado antes. ¿Por qué? Porque él tenía relación con Dios. Él les dijo que
deberían haberle escuchado antes, pero Pablo no tenía una buena posición que
ofrecerles. Ahora hizo lo que sabía y todos llegaron a tierra sanos y salvos,
aunque el barco, se perdió. Si le hubieran escuchado la primera vez el barco no
se hubiera perdido.
Ulf
Ekman
ORACIÓN: Señor,
ayúdame para escucharte inmediatamente, de tal forma que pueda evitar perder mi
avituallamiento. Gracias porque Tú siempre avisas, cuidas y guías. En el Nombre
de Jesús. ¡AMÉN!
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