NO HAY
CONDENACIÓN
“Por lo tanto,
ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús,
2pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de
la ley del pecado y de la muerte”.
Todo ser humano, no
importa el éxito que tenga, lleva en su interior el peso de la condenación. La
humanidad subsiste a base de pastillas para los nervios, lucha contra la
angustia, está presa del temor y tiene mala conciencia. Nuestro propio corazón
nos condena. Nosotros mismos sabemos que no somos lo que debiéramos ser. Algunos
se quitan de encima toda inhibición, norma convencional y ordenanzas morales
hasta el infinito y esperan así adormecer su conciencia lanzándose al desenfreno
de las más bajas pasiones. Otros luchan duramente tratando de vivir una vida de
moral intachable y cultivando toda virtud. Nadie se libra por ello de la mala
conciencia, condenación, del juicio interno contra nosotros. Nos instalamos
apoyándonos en otros que opinan como nosotros, que juntos podemos lograr vivir
rectamente, pero en el fondo todo falla.
¿Cómo puedo llegar
a librarme de mi propia miseria, de mi mala conciencia, de mis temores y miedo a
la vida? Hay solamente una medicina. Una gozosa, gloriosa y reconfortante
medicina. ¡La aceptación de lo que Jesús ha hecho por mí! Cuando yo creo en Él
mi conciencia se limpia. Dios me levanta de la situación de inquietud, desgracia
y temor que me rodea por las constantes acusaciones que la ley
tiene contra mí. Y las acusaciones son justas. Por eso me siento continuamente
culpable, y soy incapaz de superarlo. Pero por medio de Cristo Jesús he sido
incluido dentro de la gracia de Dios. Cuando Él me mira ahora, Él me ve en
Cristo. En vez de pecado Él ve justicia. Ya no estoy más bajo juicio. Ahora
puedo en y por Jesús, presentarme delante de Dios
con alegría y libertad, sin temor a avergonzarme o minusvalorarme, justamente
igual que Adán y Eva antes de la caída.
Ulf Ekman
ORACIÓN: Gracias
Señor porque el cielo está abierto y que yo pueda venir ante Tu presencia con
plena libertad. En el Nombre de Jesús. ¡AMÉN!
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