ANANÍAS
Y SAFIRA
“Pero cierto
hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, 2y
sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la
puso a los pies de los apóstoles”.
Hechos 5:1-2
La gloria y el
poder de Dios operaban poderosamente en y a través de la iglesia, pero también
en los juicios divinos. A menudo pasamos por algo estos versículos respecto a
esta trágica pareja. Murieron en pleno avivamiento. Esto no significa que no
vayan al cielo, pero su paso por esta vida quedó interrumpido ¿Por qué? Porque
no fueron sinceros. Todos podemos serlo, piensas tú. Tal vez, pero en esta
ocasión fue distinto. El Señor no exige que seamos perfectos, pero sí que seamos
incondicionales. Todos podemos cometer errores, juzgar equivocadamente,
equivocar el camino, pero aquí se trata de otra cosa. El corazón no era recto.
Estaban imitando el comportamiento de otros.
Muchos dan de su
propiedad a la iglesia desde corazones devotos y entregados. Tal vez Ananías y
Safira tenían una reputada posición y creían que su donativo les afianzaría más
en ella. Su pecado no consistía en no entregar la totalidad. Su pecado fue
simular que entregaban todo y ponerse de acuerdo en mentir. Que
pareciera que daban todo. Este pecado, que hubiera dañado a la congregación
internamente si se hubiera permitido, fue descubierto. Cuando fue expuesto y más
aún de forma sobrenatural, vino un gran temor sobre toda la congregación. El
Señor es muy meticuloso con Su Iglesia. La santidad como estilo de vida
es muy necesaria. Todos podemos pecar, por eso tenemos a Jesús y
Su perdón, pero aceptar el pecado como estilo de vida y conscientemente
introducirlo en la congregación y hasta tal vez pretender darle cabida, esto
trae consecuencias catastróficas, tanto para el Cuerpo de Cristo como para el
creyente individualmente.
Ulf Ekman
ORACIÓN: Gracias
Señor, porque Tú ves dentro de mi corazón y juzgas mis motivos. Dame un corazón
limpio para que pueda tener un espíritu recto. En el Nombre de Jesús
¡AMÉN!
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