Y ELLOS SÍ
ESCUCHARÁN
“Por tanto, quiero
que sepan que esta salvación de Dios se ha enviado a los gentiles, y ellos sí
escucharán”.
Hechos 28:28 (NVI)
Pablo llegó a Roma,
como había dicho el Señor, después de tres largos viajes misioneros, muchísimas
dificultades, contrariedades y peligros. Con encarcelamientos sucesivos, y
después de dos años de prisión en Cesárea. Roma, la capital del Imperio, debió
estar entre sus fantasías de la niñez en Tarso. Él era ciudadano romano. El
había visto a sus ejércitos desfilar por sus caminos, conocía las capitales de
provincias, se vio con cónsules y reyes. Pero ahora iba a encontrarse con el
César. Por fuera el Imperio se veía intacto, pero interiormente su moral estaba
putrefacta. Exteriormente parecía que nadie podría detenerle. Interiormente
operaba un poder espiritual que derribaba cada fuerza poderosa que se levantaba
y que al final llegaría a ser un reino eterno, el reino de Dios.
La llegada de Pablo
era apenas imperceptible y notable, pero lo que llevaba consigo influenciaba en
todo, en cada paso que daba. Roma era su anhelo, pero no por el Foro Romano, el
Coliseo, Capitolio o cualquier monumento arquitectónico o palacio imperial con
que se adornaba la capital. Para Pablo era únicamente un lugar que iba a ser un
centro espiritual, la Iglesia. Desde aquí, si el Evangelio triunfaba, alcanzaría
el mundo entero. Roma era el centro del mundo conocido y Pablo había sido
llamado al mundo. Naturalmente que llevaba cadenas, sin embargo, disfrutaba de
suficiente libertad para poder predicar. Así termina el libro de
los Hechos de los Apóstoles. Nadie impide a Pablo y nada impide el Evangelio.
Así acontece desde entonces. Pablo mismo dijo:”…y ellos sí escucharán”.
Esto persiste como una invitación incuestionable desde el
mismo fundamento que los apóstoles tenían. El mundo, los
gentiles, escucharán. Doquiera el evangelio llegue, habrá gente
que lo reciba.
Ulf
Ekman
ORACIÓN: Señor, tu
palabra prospera siempre. Se extiende y crece en todo el mundo y lleva fruto.
Gracias por el poder de Tú palabra. En el Nombre de Jesús. ¡AMÉN!
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