domingo, 20 de mayo de 2012

DEVOCIONAL DÍA 19 DE MAYO



PABLO, MISIONERO


“Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.

Hechos 20:24 (NVI)


Desde ese mismo momento Saulo se convirtió en Pablo, su vida ya no le pertenecía. Él preguntó a Jesús qué debía hacer y Jesús le contestó. Recibió para toda su larga vida un único mandato: dar testimonio del evangelio de la rica gracia de Dios”. Ahora tenía por delante una carrera que correr, una batalla que combatir, una victoria que ganar, un terreno que cultivar. De repente todo lo demás perdió su interés. Su vida definitivamente carecía de valor para él mismo. No le importaba que la vida perdiera su valor. No importaba que su egocéntrica vida perdiera su glamur. Era algo mucho más refulgente que lo que representa el mundo, la política, lo religioso, lo intelectual, lo sensual, nada puede relumbrar tanto. Jesús le había encontrado y le había ganado. Jesús le había atrapado y le había transformado. Jesús le frenó y le reclutó para Él. Ahora hasta el resto de su vida quedaba a Su servicio. Su tiempo, su energía, sus emociones, sus talentos, sus medios económicos, todo estaba ahora a la disposición y servicio del Señor. Cada don, cada experiencia, cada relación recibía una luz nueva, otro propósito. Ahora puede escoger, seleccionar o dar prioridad. Su punto de vista era claro y ardiente. Todo lo que hacía lo colocaba frente a este objetivo y su vida resultaba enormemente significativa. Antes había odio, justicia propia y una religiosidad vacía. Ahora existe una profunda y gloriosa relación con Jesús y un maravilloso propósito por el cual vivir. Y todo esto, dirigido y supervisado día a día por el Espíritu Santo.

Ulf Ekman


ORACIÓN: Gracias Señor porque Tú tienes para mi vida un motivo más alto, más claro y mejor enfocado. Ayúdame para alcanzarlo en su plenitud. En el Nombre de Jesús. ¡AMÉN!

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