DE CAMINO A
DAMASCO
“Mas yendo por el
camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un
resplandor de luz del cielo; 4y cayendo en tierra, oyó una voz que le
decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.
Hechos 9:3-4
En el principio del
cristianismo este era el cristianismo del arrepentimiento no el cristianismo
cultural. Uno no se hace cristiano por medio de un proceso largo de adaptación.
Incluso para los que han nacido en un contexto cristiano ha existido una
ocasión, sea o no consciente de ello, cuando han pasado de muerte a vida. Saulo
era en muy alto grado consciente de ese momento personal. Después,
durante su vida, dijo que él era un ejemplo para todos los creyentes. Ahí
también estaba incluida su conversión. Del arrepentimiento todos hablaron: Juan
el Bautista, Jesús, Pablo y los demás apóstoles. Arrepentirse es rendirse a
Jesús
Todos tenemos un
camino de Damasco. Todos tenemos que venir ante la Luz verdadera de Dios.
O nos humillamos o nos endurecemos. Retornamos o huimos. Reconocemos o negamos.
Es nuestro tiempo de visitación; Jesús nos está hablando y todo lo que nosotros
nos reservamos, nuestras propias muletas hechas con nuestras manos;
nuestro orgullo, nuestra propia justicia y nuestras propias fuerzas se colapsan.
Dios saca a luz todo ello y revela la propia condición de nuestro corazón, sus
motivos e intenciones egoístas. No es un espectáculo agradable. Antes de todo
ello, la espada del Espíritu habrá enterrado su punta en el corazón, y ahora
está abierto totalmente. Ya no podemos huir.
Saulo presenta dos
preguntas que cambiaron su vida para siempre y la de toda la historia del
cristianismo: “¿Quién eres, Señor?”....” ¿Qué quieres que yo
haga?” (Hechos 9:5-6). Pabló cayó de rodillas, se rindió, abdicó del
trono de su propio corazón cuando respondió:”Señor”. Pablo
murió a sí mismo y a su pecado. Sin arrepentimiento no hay verdadera fe. Sin
arrepentimiento ningún verdadero poder. Sin muerte ninguna vida
resucitada.
Ulf Ekman
ORACIÓN: Gracias
Señor, porque viniste a mí y me elegiste, me diste la posibilidad y la gracia de
poder rendirme ante ti y arrepentirme. En el Nombre de Jesús
¡AMÉN!
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