LA VÍA
DOLOROSA
“Después de haberle
escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para
crucificarle”.
Mateo 27:31
Ahora comienza el
final del trayecto. El hombre que había caminado con
toda facilidad y soltura a través de Judea y Galilea y tocó tantas vidas, ahora
camina solo. Ciertamente que había una multitud de gente, pero los primeros que
le gritaron Hosanna, ahora por el contrario gritaban “crucifícale”. Claro que
también había quienes lloraban, pero profesionales del llanto siempre han
existido. Pesado, tremendamente pesado y estresante fue el último tramo del
camino. El pecado de la humanidad pesaba tanto sobre Jesús, que la cruz, esa
viga transversal le resultaba casi insoportable de cargar. Los sufrimientos
humanos por los latigazos, las heridas, el desprecio y el rechazo no es nada
comparado a la carga del pecado que debía ser colgado en la cruz. Sus
tambaleantes pies, sus miembros fracturados, multitudes mofándose… Solo. Sólo.
Sólo.
Y pronto algo aún
peor, la separación de Dios el Padre. En medio de todo esto, viene una profecía
sobre Jerusalén y sobre los últimos tiempos. Jesús ve delante de Él la
destrucción de Jerusalén y el fin de la última catástrofe. Aquellos que crean en
Él pasarán de muerte a vida y no sufrirán juicio alguno. Pero para aquellos que
no creen, el juicio prevalecerá. Así que no lloréis por mí, sino llorad por
vosotros, les dijo Jesús. En todo lo que dice, brilla la compasión y el amor de
Dios. Él sabe lo que está haciendo y el por qué lo hace, asi que debe continuar
andando el camino del sufrimiento hasta el final.
Ulf Ekman
ORACIÓN: Señor,
gracias porque anduviste todo el camino por mí. Ayúdame a caminar todo el camino
contigo. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!
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