lunes, 2 de abril de 2012

DEVOCIONAL DÍA 31 DE MARZO



SOBRE ESTA ROCA


“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.


Mateo 16:18


¿Es Pedro la roca? No lo creo. Jesús no edifica sobre personas débiles. ¡Él edifica en colaboración con el hombre pero no sobre el hombre! Entonces, ¿quién es la roca? Es la confesión que por medio de la revelación divina salió de la boca de Pedro: Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios viviente. Fue sobre esa verdad, ese principio, que Jesús edificaría Su Iglesia, el Cuerpo de Cristo, y cada congregación individualmente. El Mesías es el rey ungido. Cuando Jesús sea rey y tome su derecho a decidir en la Iglesia entonces las puertas del Infierno nunca más tendrán poder sobre la Iglesia. Sin embargo, ha sucedido con demasiada frecuencia lo contrario, porque los hombres se han arrogado el derecho a decidir y han hecho lo que han querido y creído que era correcto en la Iglesia. Corazones indómitos, carentes de obediencia, llenos de lujuria por el poder, con ambiciones impías que han abierto los recintos o compuertas a la influencia mundana en la Iglesia y le han hecho fácil a Satanás el robar, matar y destruir.

La larga historia de Israel nos da un ejemplo tras otro de la miseria y cautiverio que la apostasía y la rebelión contra Dios traen consigo. Jesús es ungido para gobernar y reinar. Su reinado es el único bueno. Cuando edifique Su Iglesia como Él quiere, le dará una tremenda fortaleza, poder, libertad y victoria. Entonces poco importará lo que el Infierno intente. La Iglesia saldrá victoriosa. La llave a la victoria radica en la dependencia de Jesús, en el reconocimiento de Su supremacía. Él es el Rey, no nosotros. Él decide, no nosotros. Su Iglesia está henchida de Él. Su revelación es la Roca. Sus sueños y visiones son la piedra angular. Su Palabra revelada y Su voluntad es la única garantía de la victoria.

Ulf Ekman


ORACIÓN: Gracias Señor que Tu eres el Rey y no yo. Tú estás sentado en el Trono y me invitas a abdicar de mi reinado egoísta. Acepto tu ofrecimiento. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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