jueves, 26 de abril de 2012

DEVOCIONAL DÍA 25 DE ABRIL



LA MUERTE DE JESÚS


“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu”.


Mateo 27:50


Jesús ha muerto, ocurrió sobre la hora novena. Un temblor de tierra sacudió toda Jerusalén. Todo el pueblo estaba bajo un silencio sepulcral; extrañados de esta oscuridad a mitad del día cuando debía haber la mayor claridad. La presión y el asfixiante silencio sobre la ciudad debían ser horribles para los líderes religiosos. Después vino el terremoto, el velo se rompió de arriba abajo y el oficial que custodiaba a Jesús fue el primero en entender: el hombre que ha muerto, verdaderamente era Hijo de Dios (v.54). Todos entendieron, al menos para sí mismos, que lo sucedido se trataba de una señal.

Dios había terminado con el Templo. El servicio de las ofrendas y sacrificios llegó a su fin. Lo Santo se hizo visible. Ahora se sentaron las bases de algo completamente nuevo que hasta un oficial pagano pudo entender. Era hacia su mundo que la gloria de Dios se iba a manifestar ahora. Los sepulcros en Jerusalén se abrieron y sucedió algo que conmocionó a toda la ciudad. Después de la resurrección de Jesús muchos santos que habían muerto durante el Antiguo Pacto en la ciudad resucitaron también. Estos sucesos inimaginables podían haber sacudido al mundo entero, pero la resistencia religiosa era terca. Independientemente de lo que sucediera la resolución estaba tomada. Jesús tenía que desaparecer. Ahora estaba muerto. Pero Su muerte no era una muerte cualquiera. Era una muerte redentora. Él cargó con nuestro pecado y llevó nuestras enfermedades. Fue hecho pecado para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en Él. El castigo fue sobre Él para que nosotros tuviéramos paz. Su vida fue una ofrenda por el pecado que llevó la culpa de muchos y se colocó en el lugar de los transgresores.

Ulf Ekman


ORACIÓN: Señor, gracias por Tu infinito y grande sacrificio que me da la vida eterna. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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