miércoles, 11 de abril de 2012

DEVOCIONAL DÍA 7 DE ABRIL



JERUSALÉN, JERUSALÉN


“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!


Mateo 23:37


El juicio sobre este mundo y el pecado esta cerca. Pero mientras esto sucede las exclamaciones angustiosas de Jesús se suceden una tras otra. Sus palabras son como dardos de fuego en los corazones duros e impenitentes. Hasta ese momento las autoridades religiosas tuvieron la oportunidad de arrepentirse, pero por el contrario, parecía que cuanto más se manifestaba la gloria de Dios más se endurecían sus corazones. Jesús termina su discurso en lo alto del Atrio del Templo, profetizando sobre el futuro de Jerusalén. La desesperación se hace sentir en la voz de Jesús. Él realmente tiene un gran deseo de juntar a los habitantes de Jerusalén, la casa de Israel… “Pero no quisisteis”.

La voluntad humana tiene la capacidad de ponerse en contra o resistir a la más conmovedora voz de Dios llena de amor. Y Dios acepta nuestra integridad, nuestra privacidad, pero tenemos que estar dispuestos a las consecuencias de nuestras decisiones. Para Jerusalén las consecuencias fueron enormes. El Templo sería destruido, la ciudad incendiada, la gente violada, muerta y deportados en masa como prisioneros. Jesús lo vio muy claramente y lloró. Nadie lo entendió. La alegría superficial no lo aceptaba. El orgullo se elevó y fue más arrogante que nunca. Cuarenta años transcurrirían, una generación, y cada letra y tilde de las Palabras de Jesús tuvieron su total cumplimiento. El ejército de Tito, la Décima Legión romana, despiadada como la bestia salvaje del sueño de Daniel acerca del cuarto reino mundial, devoraba, desmenuzaba y pisoteaba todo bajo sus pies, no dejando piedra sobre piedra. El tiempo de buscar a Dios se había terminado.


Ulf Ekman


ORACIÓN: Señor, Tú conoces todo desde el principio hasta el final y conoces el corazón del hombre, ayúdame para escuchar lo que dices y no rechazar tu palabra cuando hablas, adviertes, amonestas y buscas. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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