domingo, 2 de octubre de 2011

DEVOCIONAL DÍA 29 DE SEPTIEMBRE


PUESTA LA MIRADA EN LO INVISIBLE


“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente peso de gloria; 18no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

 2ª Corintios 4:17-18


Pablo había tenido un encuentro con Jesús resucitado. Inclusive había estado en el tercer cielo. Después de esto, nada de lo visible, algo de este mundo, algo efímero podía satisfacerle. Solamente la visión de Dios puede llenarnos. Solo un toque del Altísimo puede satisfacernos. Todo lo demás sólo dura un instante. La tragedia de la humanidad es justamente ésta, que el hombre está en continua persecución de lo que perece. Los placeres, el honor, el poder y las riquezas pueden inducirles a vender su alma. Las personas entregan su vida a aquello que nunca puede ayudar, salvar, librar o bendecir su propia vida.

“Porque lo gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo 6:32). Dios sabe que nosotros tenemos necesidad de una cantidad de cosas diferentes en esta vida y no nos negará ninguna de ellas. Pero el Señor nunca ha pensado que vayamos detrás de ellas o vendamos nuestra vida para conseguirlas. Nunca debemos poner nuestra vista continuamente en ellas. Donde fijamos nuestra mirada allí nuestra vida queda atrapada. Dios quiere que tengamos nuestra vista puesta en lo que perdura. Sólo lo que se mantiene es eternal. Sólo lo celestial permanece. Solo lo que está allá arriba perdura. Todo lo demás se hace trizas, es comido de polillas, se transforma y se desmorona. Si tenemos nuestros ojos puestos en ello correremos la misma suerte. Por esto, debemos tener nuestros ojos puestos en la meta: la eternidad. Si recibimos ataques aquí, éstos pasarán, su peso es infinitamente más ligero en comparación con la gloria que nos espera y que permanece para siempre.

Ulf Ekman


ORACIÓN:
 Dios del cielo, gracias por lo que tienes reservado para nosotros. Gracias porque tu gloria es de tan alto peso que permanece por toda la eternidad. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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