lunes, 22 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 1 DE AGOSTO


SANTO, SANTO, SANTO, JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS


“Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”

 Isaías 6:5


El profeta Isaías quedó enmudecido, sobrecogido y transformado por lo que vio. Vio al Señor sentado sobre un trono alto y sublime y que la cola de Su manto llenaba el templo. Vio a los serafines al lado del Señor y escuchó cómo unos a otros proclamaban: “¡Santo, Santo, Santo!” El Templo se llenó de humo y los quiciales de las puertas se estremecieron. La Presencia de Dios era tremendamente poderosa e Isaías fue sacudido en la base de sus fundamentos. Lo que vio caló en lo profundo de su ser y nunca le abandonó. Por causa de esa visión, la imagen que tenía de sí mismo le cambió totalmente. La santidad de Dios hacía que el pecado destacara mucho más en su vida. La cercanía de la santidad de Dios ponía el listón más alto en todos los aspectos de la vida de Isaías. Aquello que hasta ese momento le parecía aceptable ahora era inaceptable. Aquello que hasta aquí era cómodo ahora significaba negligencia, holgazanería o dejadez. Lo que antes era de interés general ahora era mundanalidad. Lo que era comúnmente aceptable ahora venía a ser inaceptable para Isaías: “¡Ay de mí, que soy muerto!”

Una profunda angustia se apoderó de su ser por causa de su situación espiritual a pesar de ser el profeta ungido del Señor. Descubrió descuido y pecado en su manera de hablar: “…soy de labios impuros”, y se dio cuenta que el descuido en sus palabras le ponía al mismo nivel que el resto de los demás hombres: “…y habitando en medio de un pueblo que tiene labios impuros”. No podía continuar con el servicio a Dios, hablar la palabra de Dios, si antes sus propios labios no fueran limpios. Un ángel vino con un carbón encendido del altar, lo puso en su boca y su hablar fue limpio. Ahora podía hablar lo que Dios quería que él dijera. Lo mismo sucede con nosotros, nuestro nivel es mucho más bajo que el nivel de Dios. Pero cuando Él nos toca nos eleva mucho más alto de lo que nosotros podamos imaginar

Ulf Ekman


ORACIÓN:
Gracias Señor porque tu nivel es más alto que el nuestro. Permite que el tizón de tu fuego quite toda suciedad de mi vida y de mi forma de hablar. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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