lunes, 22 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 9 DE JULIO

TENIENDO LA MENTE DE CRISTO

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con

humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él

mismo;
4no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual

también por lo de los otros.
5Haya pues, en vosotros este sentir que

hubo también en Cristo Jesús” Filipenses 2:3-5.

La clave del éxito en la vida de Jesús fue su deseo de dar. En Su vida no

albergaba nada egoísta o premeditado para sí mismo. Por el contrario,

escuchaba con atención lo que el Padre le revelaba y después lo hacía. Él

tuvo miles de oportunidades para buscar su propia casa, cuidarse a sí

mismo, buscarse lo que necesitara para su propio beneficio, pero no lo hizo.

Su sufrimiento no fue sólo en la cruz sino que diariamente le salpicaba el

sufrimiento: cuando otros abusaban de Él, cuando otros se negaron a

escucharle y aceptarle, cuando los discípulos, que eran sus representantes,

se peleaban entre sí, cuando las gentes no comprendían y continuamente

ponían en entre dicho sus motivos. Había muchas oportunidades para sacar

el hacha de guerra. Hubo un sinnúmero de ocasiones para sentirse

utilizado, traicionado, calumniado y Él lo rechazó.

Incontables fueron las ocasiones en que Jesús pudo abandonar, retirarse,

condenar a sus adversarios y en su lugar dedicarse a sí mismo. Jesús nunca

hizo eso. En su lugar se entregó a Sí mismo y tomo
forma de siervo. Había

algo en su Ser que le daba la victoria en medio de toda oposición. ¿Por qué?

Porque no usaba las reglas de juego egoístas de la gente. No seguía los

impulsos egocéntricos de las masas. No reaccionaba en función del trato

que los demás le dispensaban. Él no vino para ser reconocido, apoyado y

aceptado. No vino para ser Él mismo el centro. Vino como un siervo que

está siempre dispuesto a servir a otros. Por eso vino a ser el centro. Por eso

ha sido exaltado sobre todos los demás.

Ulf Ekman

ORACIÓN:
Señor, ayúdame para ser un siervo, no por deber

religioso o por motivos egoístas, sino con un espíritu voluntarioso y

un amor sincero hacia los demás. En el Nombre de Jesús
¡AMÉN!

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