DIOS TE SANTIFICA
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo, y todo vuestro
ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la
venida de nuestro Señor Jesucristo” 1ª Tesalonicenses 5:23.
Cuando empezamos a seguir a Jesús vemos lo maravilloso y agradable que
es Él. Pero también vemos la distancia en que se encuentra nuestra vida de
la suya. Esto nos puede llevar a la depresión y la resignación. Fácilmente
bajamos nuestra mirada y vemos una y otra vez que esto va a durar poco.
No somos lo que realmente debiéramos ser. Pero la resignación no es
ninguna bendición:
”Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora
el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”
Romanos 7:18.
Sin la ayuda del Espíritu Santo yo no puedo santificarme. Pero con Él mi
vida puede ser transformada. A veces uno se encuentra con creyentes que
han experimento el poder del Espíritu y te cuentan las señales y milagros
que han vivido, pero aún así, hay mucha carnalidad en sus vidas. Yo no
tengo derecho de juzgarles por esto. El Señor los ama y los usa. Pero a
pesar de ello, Él quiere cambiar cosas de nuestra vida que no le agradan. La
carne tiene una capacidad singular para refugiarse en frases piadosas y
referirse a lo que Dios hace como si fuera un crédito del que se sirven, y así
no desprenderse de su carnalidad.
El Espíritu Santo toma la Palabra, la espada del Espíritu, y revela todo
aquello que hay en nuestra vida que Él desea separar y limpiar. A menudo
luchamos contra esto porque nos avergonzamos de nuestras debilidades,
pecados y fracasos. Creemos que los demás nos rechazarían si conocieran
cómo nos encontramos verdaderamente. Queremos mostrar nuestro lado
bueno y de esa forma es fácil que vivamos bajo una máscara. De todo esto
el Señor quiere liberarnos y limpiarnos de forma que en su lugar seamos
revestidos de Cristo.
Ulf Ekman
ORACIÓN:
Dios mío, gracias porque Tú me ayudas a ser sincero
conmigo mismo de manera que pueda desprenderme de todo
aquello que impide tu obra en mi vida. En el Nombre de Jesús
¡AMÉN!
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