lunes, 22 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 21 DE AGOSTO



CAÍN Y ABEL


“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.”


                                                                            Hebreos 11:4


¿En qué consistía la diferencia entre el sacrificio de Caín y el sacrificio de Abel? Ambos hicieron su ofrenda. Los dos la tomaron de sus propios trabajos, de su medio de vida, para el sacrificio. A veces se dice que Dios requería como verdadera ofrenda el primogénito del ganado, y no una ofrenda vegetal. Pero más tarde vemos que la Ley ordena ofrendas vegetales, por ejemplo: gavillas de trigo, así que la diferencia no consistía en esto. La diferencia nunca reside en lo exterior, sino en el interior. El verdadero cristianismo no tiene que ver con lo externo. No es la circuncisión externa, sino el corazón circuncidado. No son los actos religiosos externos. Es la fe del corazón.

La ofrenda de Abel agradó a Dios porque Abel creía en Dios. Si uno cree a Dios, no solamente cree en Dios, entonces sabe que no viene a Él en su propio esfuerzo, ni por sus méritos o posibilidades, sino en respuesta y obediencia a la palabra de Dios. Esto fue lo que hizo Abel. Por eso recibe por fe y no por obras el testimonio de que era justo. Es posible venir a Dios con esfuerzos religiosos y apariencias externas, y sin embargo tener un corazón insumiso. Esta actitud es la que representa Caín. Cuando su sacrificio no fue aceptado por Dios entonces mostró claramente lo que había en su corazón. Había decepción, amargura, envidia y fratricidio. Y de lo que su corazón estaba lleno contaminó su vida exterior.

De Caín y Abel salen dos líneas a través de toda la humanidad. Por un lado la justificación por medio de las propias obras, o la de la fe en la justicia de Dios. O bien una religiosidad legalista, o la comunión del corazón con Dios. El primero puede estar cargado de comportamientos religiosos externos, devoción, actos simbólicos y múltiples ceremonias. Al final, en su fuero interno, llegará a ser el asesino de su hermano. La justificación por la fe viene de Dios. Tiene que ver con nuestra vida interior y no tiene su origen en nuestra propia capacidad.

Ulf Ekman


ORACIÓN:
Gracias Señor, porque la vida contigo es la comunión del corazón, no la uniformidad externa o ceremonias. Gracias por una verdadera vida contigo por la fe. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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