lunes, 22 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 3 DE AGOSTO


JESÚS, SUMO SACERDOTE DE NUESTRA PROFESIÓN


“Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión”.

 Hebreos 4:14


Jesús es hoy nuestro Sumo sacerdote. Está sentado a la diestra del Padre e intercede por nosotros. Él escucha nuestras oraciones y las contesta. Es el garante de las respuestas a nuestras peticiones. Cuando oramos en Su nombre es como si Él mismo orase. El ministerio del sumo sacerdote era entrar una vez al año en el Lugar Santísimo y ofrecer sacrificio por el pecado del pueblo. Jesús con Su propia sangre entró en el Lugar Santísimo celestial y de esta manera abrió el camino para todos los que quieran venir a Dios. Ahora Jesús está sentado a la diestra del Padre como nuestro intercesor. Él es el Sumo Sacerdote de nuestra profesión. El profesar significa “decir lo mismo como…” significa que profesamos -confesamos- lo que la palabra de Dios dice, lo que Dios dice de una situación. Cuando confesamos nuestros pecados expresamos lo que Dios dice de ellos. Cuando confesamos las promesas de Dios Jesús se identifica con esta confesión y la legítima, afirma y establece.

A causa de esta posición y del servicio que Él tiene en el cielo como intercesor y Sumo Sacerdote se asegura que el poder celestial esté a nuestra disposición. Lo que nosotros pedimos y profesamos viene a ser el material que Él usa para ver que Su voluntad es hecha en la tierra. Por eso, su función como Sumo Sacerdote es muy importante. No está inactivo esperando el momento de volver otra vez. Está activo, involucrado en cada creyente que continuamente retrocede en el camino, para confirmarle y afirmarle en lo que profesa aquí, en este mundo. Tus palabras pueden parecer pequeñas e insignificantes, pero cuando Jesús las confirma suceden grandes señales.

Ulf Ekman

ORACIÓN:
Señor, gracias porque mis palabras en Tu mano resultan eficaces. Gracias porque haces que Tus promesas se hagan realidad cuando las creo en mi corazón y las proclamo con mi boca. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!

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