domingo, 7 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 25 DE JUNIO

LA CORAZA DE JUSTICIA

“…Y vestidos con la coraza de justicia” Efesios 6:14b.

Bajo el cinturón, desde la cintura, sobre el tronco, por el pecho y alrededor

de los hombros, se colocaba la coraza el soldado romano. Estaba decorada,

a veces, y se diferenciaba según el rango o regimiento. Pero tenía siempre

la misma e importante función: proteger del sablazo, las flechas o dardos

que se lanzaban con gran fuerza. El soldado siempre vivía preparado para

cualquier ataque o emboscada. El ejército estaba dividido en legiones, tropa

y centurias. En una centuria iban 80 hombres, la legión constaba de 6.000.

Esos 80 hombres iban formados como un cuadrilátero y tenían un tipo de

fuerza enorme. Se mantenían unidos todo el tiempo y nunca peleaban

solos, o individualmente, y jamás de manera espontánea. Siempre se

mantenían bajo las órdenes. Continuamente y con minuciosidad se

controlaba el armamento. La coraza se adaptaba a la forma del cuerpo y no

era tan inapropiada como lo fue después en la Edad Media, que no eran

impenetrables y el soldado tenía que estar continuamente pendiente de su

protección. La coraza protegía los órganos vitales: el corazón, los pulmones

y las entrañas.

La coraza de justicia nos protege el más importante órgano, la vida interior,

el corazón. Por medio de la fe que sale del corazón se alcanza la

justificación. Sin esta coraza, sin saber que hemos sido justificados en

Cristo, caemos fácilmente bajo la ley y las acusaciones del
fiscal y nos

hundimos rápidamente bajo la culpabilidad. La culpabilidad es a veces un

gancho contra el cristiano. Aquel que tiene una conciencia muy sensible y

desea ser siempre sincero y amable puede llegar a creer todo lo que le

disparan. Muchos han recibido acusaciones del enemigo y se han hundido

en reproches y acusaciones contra sí mismos.
La coraza de justicia nos

protege contra todo esto.

Ulf Ekman

ORACIÓN:
Gracias Señor porque la coraza de justicia cuida mi

conciencia, la fe en mi corazón y la vida del Espíritu en mi ser. Tu

justicia me declara libre de toda culpa y Tu sangre me limpia de

todo pecado. En el Nombre de Jesús
¡AMÉN!

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