“El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de
esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra
para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”
Gálatas 6:8-9 (N.V.I).
A veces cuando leemos estos versículos pensamos negativamente. Si
sembramos en la carne segaremos corrupción. Así es realmente. Pero
también está escrito que, si sembramos en el Espíritu cosecharemos
por la eternidad una superabundante vida de Dios. No solamente
tenemos que poner nuestros ojos en la labranza de la carne, sino
también en la del Espíritu. Aquí se escribe con mayúscula la
“E” pero
igualmente, puede ponerse en minúscula
“e”. Entonces puede
referirse a tu hombre interior, a la tierra de labranza de tu corazón.
Esto es, a lo que tú mismo has sembrado. Cuando uno siembra no
obtiene la cosecha inmediatamente. Sea ésta positiva o sea negativa.
Cuando siembras un pensamiento o una palabra, cosechas una
acción. Cuando siembras una acción cosechas una costumbre.
Cuando siembras tus costumbres, cosechas tu personalidad. Tú has
sido formado, no solamente por tus grandes experiencias, sino por
los pequeños actos a los que estabas acostumbrado. Sean estos
positivos o negativos.
Si uno planta un árbol, es fácilmente extraíble cuando todavía es
pequeño. Cuando ha llegado a su crecimiento máximo, su entramado
de raíces es tan grande que se hace imposible desarraigarlo. Hay que
serrarlo. Si tú cultivas buenas costumbres, siembras la Palabra de
Dios, buscas a Dios y sirves desinteresadamente al prójimo, tu vida
espiritual se fortalece de tal forma que el enemigo jamás podrá
desarraigarla. Pero el árbol puede verse frondoso y fuerte
exteriormente, aunque el sistema de enraizado sea superficial, y éste
se cae sólo en la tormenta. Cuando uno siembra o planta siempre
piensa en el futuro, no para el disfrute presente, sino en el día de
mañana cuando surjan los brotes y se vean los frutos. ¡Siembra todo
lo que puedas! Vas a cosechar lo que tú has sembrado. Esto se
aplica mucho más en lo positivo que en lo negativo.
ORACIÓN:
Gracias Señor porque me muestras qué debo
sembrar y cómo debo hacerlo. Tú me muestras también qué
cosecha, por mi siembra en el Espíritu, me has preparado. En
el Nombre de Jesús
¡AMÉN!
Ulf Ekman
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