lunes, 22 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 17 DE AGOSTO


LA MALDICIÓN DE LA PROPIA JUSTICIA

“El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:

Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,

ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
ayuno

dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”.

Lucas 18:11-12

A través de toda la Biblia hay un tema recurrente que no es difícil de

entender para nuestro intelecto pero sí para vivirlo. Hay en cada persona

una tendencia, un deseo carnal y la ambición de ser hábil y capaz por sí

mismo. Todos queremos el reconocimiento, no la crítica. Queremos mostrar

siempre nuestro lado bueno no el malo. Queremos amor, no desprecio. Lo

pasamos mal, nos enojamos, nos desanimamos o huimos, si miramos a

nuestro interior y probamos que hay cosas no tan atractivas, nuestros lados

oscuros. En lo más profundo de nuestra humana naturaleza queremos

construir nuestra vida en base a nuestras capacidades, hasta tal punto que

aceptamos la alabanza de los demás, sí, incluso culto. Esto es algo

incrustado en toda la humanidad. Por eso el hombre formula toda clase de

religiones e ideologías que hablen de sí mismo y que en su propia fuerza es

suficientemente capaz para alcanzar el alto cielo. El hombre puede

esforzarse lo indecible para demostrarse a sí mismo, a otros y hasta a Dios

que es lo suficientemente capaz como para ser aceptado y aprobado, si,

hasta inclusive elogiado por Dios.

En todo esto ha estado la humanidad ocupada por miles de años, pero está

condenada al fracaso. El camino a la salvación por el propio esfuerzo está

cerrado. Dos ángeles guardan el camino de vuelta al paraíso. Pero hay otro

camino, otro árbol y otra obra, la obra de Jesús en la cruz. Este camino está

abierto, libre y gratuito. Y a pesar de ello el orgullo del hombre permanece

en lo profundo de su ser: “yo puedo, yo quiero, yo haré” –sin Dios. El

orgullo me prohíbe pedir ayuda. El orgullo rechaza la debilidad. El orgullo

siempre quiere demostrar que el
ego es la fuente de todo poder y salvación.

El
ego debe gobernar. Todo esto hace imposible que seamos partícipes de la

vida de Dios. Dios no acepta jamás el compartir Su gloria con nosotros.

Ulf Ekman

ORACIÓN:
Gracias Señor porque Tú salvación es por gracia, no por

obras de justicia que yo haga. Todo mérito es tuyo y toda la gloria

es para Ti. En el Nombre de Jesús ¡
AMÉN!

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