NUESTROS PIES NECESITAN LAVARSE
“Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies,
pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”
Juan 13:10.
Con los pies tocamos este mundo por eso se ensucian. Aunque nos
bañemos los pies se ensucian. Esto es una imagen de cómo fuimos lavados
por Dios cuando vinimos a Cristo. Pero en nuestro caminar aquí en el
mundo cometemos errores y continuamente necesitamos el perdón de
pecados y la limpieza en la sangre de Jesús. No necesitamos ser salvos de
nuevo cada vez que cometemos un error pero impedimos la comunión con
Dios. Es como cuando un niño hace algo mal. Continúa naturalmente siendo
un hijo de la familia pero la relación con los padres está forzada. Por eso
necesitamos continuamente lavar nuestros pies. Nadie se escapa de
ensuciarse con el ruido de este mundo, sin embargo, en vez de ir dando
vueltas sintiéndonos continuamente condenados, despreciándonos y con
miedo, debemos dejarlo todo delante del Señor y clamar al poder de
limpieza de la sangre de Jesús.
Un operario que trabaja en un taller no se avergüenza de lavarse vez tras
vez. Volverá a ensuciarse de nuevo. Lo mismo nos sucede a nosotros. La
santificación no es aislarse de todo el mundo; es aprender a vivir libre de
ello. Porque cuando empieza a gustarme la basura vengo a ser dependiente
de ella y acabo defendiéndola, es entonces cuando se inicia el problema.
Jesús está más que dispuesto a lavar nuestros pies, no solamente una vez,
sino muchas veces; es cuando nos enorgullecemos no permitiéndole que lo
haga que tenemos dificultades.
Ulf Ekman
ORACIÓN:
Gracias Señor por el enorme cuidado que tienes de mí.
Gracias porque me amas tanto que estás continuamente dispuesto a
limpiarme. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!
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