EL TESTIMONIO DE DIOS EN TU MENTE
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos
hijos de Dios” Romanos 8:16.
Tú y yo hemos recibido el Espíritu de Dios. Él habita, habla y da Su
testimonio en nuestro ser. Nuestro ser es nuestro corazón, nuestro espíritu.
Cuando hemos nacido de nuevo mora el Espíritu de Dios en nuestro
espíritu. Por medio de Su Espíritu Dios nos habla. Esto significa que Su
Espíritu por medio de la voz del hombre interior habla en nuestro ser. Él nos
da pensamientos y planes que provienen de sí mismo. Son implantados en
nuestro corazón directamente desde el corazón suyo por medio del Espíritu
Santo. Estos pueden incluir iniciativas y planes que nuestra alma, nuestra
mente no renovada, inmediatamente quiere echar fuera y desecharlos. A
menudo nuestra mente se encuentra afectada por sentimientos de culpa, de
rechazo y baja autoestima. Cuando el Señor nos habla echa fuera todo esto
de nosotros. Parece demasiado grande. Parece demasiado bueno. Parece
imposible. Nos sentimos indignos.
Por eso nuestra mente tiene que renovarse de manera que podamos
comprender que es Dios quién realmente nos habla. Dios quiere realizar
grandes y maravillosas cosas a través nuestro y no solamente de forma
individual, sino a través de la congregación a la cual pertenecemos. Por eso
el Espíritu usa Su espada para separar todo lo que nos impide comprender u
obedecer la palabra que nos dirige.
“Deléitate asimismo en Jehová, Y Él
te concederá las peticiones de tu corazón” Salmo 37:4.
El Señor quiere darnos lo que nuestro corazón desea, pero primero Él
mismo lo tiene que poner en nuestro corazón. Es por esto que debemos
aprender a escuchar la voz de nuestro hombre interior y discernir entre lo
que son pensamientos carnales y ambiciosos de lo que es palabra directa de
Dios.
Ulf Ekman
ORACIÓN:
Gracias Señor porque Tú hablas a nuestras vidas. Gracias
porque nos ayudas para oír lo que nos dices, de forma que
entendamos y recibamos lo que quieres hacer por nosotros y a
través de nosotros. En el Nombre de Jesús ¡AMÉN!
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