lunes, 22 de agosto de 2011

DEVOCIONAL DÍA 13 DE AGOSTO


EL REINO DE LOS CIELOS ES SEMEJANTE A UN TESORO
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido

en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y

gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel

campo”.

Mateo 13:44

El reino de los cielos es tan precioso, tan especial que no hay nada que

pueda comparársele. No lo podemos ver, pero está ahí. Es un verdadero

tesoro que estaba escondido en el campo. Este hombre no solamente

compró el campo y “creyó”, quiere decirse, intuyó, que algo había en él. No,

el tesoro estaba escondido, pero el hombre lo encontró, lo vio, lo reconoció,

lo experimentó. Para él era una realidad. Así es con el reino de Dios.

Muchos pasan de largo por el campo y no ven otra cosa más que el barro.

En la parábola de Mateo 13:38 Jesús dice que el campo es el mundo. Es

igual en la parábola que nos ocupa.

La Escritura está oculta no sólo para el mundo, sino en el mundo. El barro

del campo representa a los hombres con sus debilidades. A la Iglesia el

mundo la ve como cualquier otro club social de cierto interés. No ven el

tesoro. Los creyentes tienen su gloria en vasos de barro y los ojos naturales

del mundo solamente pueden ver el barro del vaso, no el tesoro. Así que la

Iglesia en el mundo, igual que el creyente particular, lleva encima el barro

del campo. Pero en el barro hay otra cosa. Algo que solamente se puede

dar con ello, encontrar, por medio del sacrificio y la entrega. Algo que tiene

un alto valor y no se alcanza de cualquier manera. El hombre encontró el

tesoro realmente. En su alegría, fue y vendió todo lo que tenía para poder

comprar el campo. No compramos
“el cerdo en la bolsa”, compramos un

tesoro en el campo, y el precio es entregar toda nuestra vida. No vamos a

desperdiciar nuestra vida en algo desconocido o incierto, si no, que

estregamos nuestra vida a Él que nos ha entregado Su tesoro. Y el tesoro

es
El reino de los cielos.

Ulf Ekman

ORACIÓN:
 Gracias Señor por ese tesoro que Tú has depositado en el

campo del mundo. Gracias porque lo hemos encontrado. Es real

como tú también eres real. Gracias porque no existe en el mundo

precio alguno que se pueda comparar. En el Nombre de Jesús
¡AMÉN!

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